VIDA
EREMITICA DIOCESANA
(Visión
particular de un Ermitaño Diocesano)
Estimados
amigos, los que queriendo o quizás por casualidad os habéis tropezado con este
blog. ¿Os imagináis qué es un Ermitaño Diocesano, ahora, en nuestro tiempo
actual, con la que está cayendo?... Igual no y, si tenéis alguna noticia,
posiblemente no sea muy exacta.
Un
servidor, soy (inmerecidamente) uno de ellos, un Ermitaño Diocesano.
Me
he sentido impulsado a escribir sobre este tema movido por el gran
desconocimiento que observo existe sobre esta realidad, de la que parece nadie
sabe o muy pocos quieren saber nada. Porque aun la gente de Iglesia o gente muy
formada y culta en temas religiosos suele desconocer o ignorar qué es o en qué
consiste esta forma de consagración tan primitiva.
Os
escribo (no lo puedo hacer de otra manera) poniendo como base la sencillez y la
sinceridad, de modo que resulte comprensible y creíble para todas las personas,
aun las menos iniciadas en estos temas y también porque un servidor no sabe
escribir de otra forma.
EL
EREMITISMO DIOCESANO EN LA IGLESIA ACTUAL
Os
quisiera hacer esta presentación del tema, como os decía, desde la sencillez,
pero también desde la condición de SER HUMANO. Quiero decir: con los pies
puestos sobre el suelo, aunque de hecho los eremitas caminemos o intentemos
caminar por las sendas del espíritu.
Lo
que sí es cierto es que los ermitaños (al menos los que conozco) no solemos
estar "nada encumbrados", no estamos en las nubes. Caminamos por esta
vida pisando la tierra bien fuerte, conscientes de nuestra condición humana, de
la que no queremos ni podemos prescindir.
Tampoco
queremos estar al margen de la sociedad en la que nos ha tocado en suerte vivir,
con su realidad tanto positiva como negativa. Somos conscientes de esta
realidad y también de nuestra labor espiritual ante el materialismo que amenaza
constantemente con absorbernos a todos hacia un consumismo y un bienestar
exacerbado, hedonista y, peor aún, hacia el pasotismo frente a las
desigualdades sociales o económicas de las personas que nos rodean.
Desde
esta visión de la realidad tan palpable y con deseos de ayudar espiritualmente
al mundo, hay personas que se deciden a entregar sus vidas en servicio de los
demás, intentando hacer ver a sus congéneres que la vida y la materia se acaban
pronto, que TODO PASA (como decía Sta. Teresa) y que el espíritu no muere, y
que, aún en este mundo, cultivar nuestra vida espiritual es, o puede ser, un
modo eficaz para ser feliz.
Un
buen coche, las ropas con etiqueta de lujo, etc. pasan... Nosotros mismos, en
unos años, nos acabamos, nos llenamos de arrugas... y al final nos hemos dado
cuenta de que HEMOS VIVIDO EN LA SUPERFICIE, poniendo todo el interés en algo
que se ha acabado.
LA
VIDA EREMITICA es una forma de consagración a Dios basada principalmente en la
soledad, austeridad radical, trabajo y oración continuada por los demás. Con
estos objetivos sólo necesitas lo más imprescindible, lo insustituible en esta
vocación, DIOS y los DEMÁS, tu prójimo; sin amor al prójimo esta forma de vida
no tendría ningún sentido.
¿Os
imagináis a un monje en un monasterio o a un ermitaño en el desierto cuyo
objetivo principal no fuera DIOS y el PRÓJIMO?...
Pues
desde esta realidad, que es VITAL, ESENCIAL, la persona se debe proyectar hacia
los demás. Los demás que, con DIOS, son el objetivo absoluto de toda vocación
religiosa, activa o contemplativa. Fuere cual fuere nuestra vocación, debe ser
vivida en obsequio de Jesucristo y POR y PARA los demás, nuestros semejantes. El
ermitaño ES y se DEBE a su prójimo, con absoluta preferencia por los más
desgraciados, los más necesitados.
Con
este objetivo, los ermitaños y las ermitañas hemos sido llamados, invitados por
ÉL, el SEÑOR, a seguir una forma de vida DURA, porque no son fáciles estos
caminos del desierto y de la soledad. Estos caminos no suelen converger con los
caminos del mundo, que es donde vivimos y donde nos movemos. Un mundo que no te
va a comprender.
Sin
duda el camino de los eremitas es áspero, pero... ¡qué no haremos! ¡qué no
intentaremos hacer por el Señor y por los pobres indefensos de este mundo! ¡por
nuestros enfermos, por nuestros marginados, desposeídos, solos! ¡qué no intentaremos
hacer por ellos! ¡qué no haremos para que todo nuestro vivir sea una continuada
plegaria y alabanza a Dios! El Señor nos llamó un día y aquí estamos. Decir SÍ
al Señor es el mayor regalo que puede recibir un ser humano.
¡Ay!
¡qué pobres y torpes seríamos los ermitaños si todo nuestro esfuerzo y
sacrificio no tuviera otro fin que nuestro propio EGO, nuestro INDIVIDUALISMO,
nuestro amor propio, nuestro orgullo, o peor, nuestro narcisismo patológico! Señor,
líbranos de este pecado, líbrame a mí como ermitaño, pero también al resto de
los monjes y religiosos y cristianos fieles de la iglesia, a todos tus
seguidores líbranos del egocentrismo, del exclusivismo, de la intolerancia... que
tanto nos separan de tu PALABRA, de tu MENSAJE de IGUALDAD, de JUSTICIA y de
AMOR.
El
amor no puede ser nunca egoísta, ni exclusivista (si es auténtico), ni mucho
menos individualista. El amor y el individualismo son totalmente antagónicos. ¿De
quién se puede enamorar un individualista?... pues sólo de sí mismo, y no es el
caso de los consagrados a Dios, cuyo amor se desborda para abarcar a toda la
creación.
APARICIÓN
DE LA PRIMERA FORMA DE CONSAGRACIÓN A DIOS
VIDA
EREMÍTICA
(Ermitaños
y Ermitañas)
SIGLOS
III y IV DE NUESTRA ERA
En
las zonas desérticas de Siria, Palestina, Egipto, en estas épocas se está
llevando a cabo un movimiento religioso-cristiano basado en una radical forma
de vida: alejamiento de las zonas más pobladas hacia las zonas más escondidas
de los desiertos. Se busca la austeridad extrema de vida, el silencio y la
oración. Son hombres y mujeres de distinta condición social.
¡¡Qué
pretendían estas personas!! Pues ellos seguramente no pretendían nada, al menos
algo que fuera importante; querían, sin lugar a dudas, desaparecer de aquella
cruel sociedad romana para encontrarse con el espíritu del AMOR de Jesús el
Cristo, que había muerto cruelmente clavado en una cruz y que les había
cuestionado los corazones hasta tal punto que se sentían impulsados hacia el
desierto. Sin duda, querían imitarle en el sufrimiento, imitarle también en los
tiempos en que Jesús también se retiraba al desierto para encontrarse con el
Espíritu del Padre Dios.
Pero…
¡paradojas de la vida! Dios, sin duda... tenía otras pretensiones sobre estas
personas porque serían, iban a ser, LAS RAÍCES de un árbol frondoso: la vida
religiosa, que a partir de aquí se iría desarrollando con ellos en los siglos
venideros.
EVOLUCIÓN
DE ESTA FORMA DE VIDA
En
el primer escalafón en la evolución de estos primeros ermitaños de los
Desiertos están las agrupaciones llamadas LAURAS. (En idioma griego, la palabra
LAURA significa camino estrecho, barranco, angosto...).
¿Qué
fueron las Lauras? Las lauras fueron agrupaciones de ermitaños.
La
soledad absoluta ofrece dificultades a veces insalvables: enfermedad,
ancianidad, acoso de bandoleros y malhechores etc. Ante estas dificultades o
problemas surgió la necesidad del agrupamiento para tratar así de paliar el
gran desamparo que, a pesar de su buena voluntad o disposición, podía sufrir un
ermitaño en su soledad en esa inmensidad del desierto.
Así,
de la soledad absoluta, se pasa, se fue pasando, a compartir lugares, con
chozas y refugios independientes.
Porque
la vida eremítica no ha comportado nunca imprescindiblemente la soledad
absoluta del ermitaño, ya que muchos de estos primeros padres del desierto eran
en ocasiones asistidos o acompañados por algunas personas o discípulos. No
obstante esto, se empezaron a unificar, especialmente para hacerse más fuertes
ante el acoso constante y peligroso de malhechores que les robaban y
atemorizaban.
Por
unos u otros motivos, el caso es que, de la soledad absoluta y el aislamiento,
se pasó a compartir lugares y espacios.
Las
ermitas se construían ya cerca unas de otras, separadas entre sí, de forma y
manera que no vivían juntos, pero sí cerca.
En
el centro de estas agrupaciones se construía una Iglesia o capilla, que era el
centro de reunión para los oficios litúrgicos de los domingos o festividades
solemnes, para la recitación de los salmos esencialmente en el DOMINGO, día
grande por excelencia dedicado a la alabanza y a la comida en común, y por
supuesto a la recreación y la parleta, que era el hablar, el cambiar
impresiones, etc.
DESPUÉS
DE LAS LAURAS, APARECEN LOS CENOBIOS O MONASTERIOS: SIGLOS IV y V
Con
esta evolución y desde el tiempo de las LAURAS, apareció una nueva forma de
vida mucho más comunitaria. Surgieron comunidades mucho más organizadas en
edificios mucho más consolidados... apartados generalmente de los lugares
habitados.
Surge
y se establece la figura del Abad o Prior, como superior y cabeza de la
comunidad, y se establece también la observancia común de unas leyes o REGLA.
También se empieza a vestir de forma uniforme (hábito), con las distinciones
pertinentes entre distintas clases o categorías de monjes: Padres los
sacerdotes, Hermanos legos los no sacerdotes y, en muchos casos, los Hermanos
donados, que no solían hacer votos, pero vestían una especie de hábito y eran
los últimos de la fila...
En
esta época, esta nueva forma de vida MONACAL se extendió con mucha celeridad
por todo Oriente y Occidente, llegando a establecerse en Inglaterra, Irlanda,
Francia, etc., donde estos monjes tuvieron una capital importancia por todo lo
bueno y positivo que aportaron a la sociedad, en aquellos tiempos bastante
paganizada y en muchos casos sumida en la barbarie.
Tuvieron
capital importancia en toda esta obra, en lo que se refiere a la extensión del
monacato, ermitaños como San Antonio Abad, San Benito... entre otros.
APARECE
UNA NUEVA FORMA DE VIDA: LOS FRAILES MENDICANTES
Dentro
de esta evolución, después de los monjes y monjas pertenecientes al monacato,
aparecieron en la Iglesia unos consagrados a los que se les conoció como
FRAILES. Esta variante o escisión de la vida monacal fueron y siguen siendo las
importantísimas ORDENES RELIGIOSAS MENDICANTES. Procedían del monacato y
algunas de ellas procedían directamente de los Ermitaños; por ejemplo, los
Ermitaños de Santa María del Monte Carmelo, que vivían en el Monte Carmelo
junto a la fuente de Elías. Actualmente convertidos en la Orden de Frailes Carmelitas.
También en este sentido, están los Ermitaños de san Agustín, actualmente
Frailes Agustinos, etc.
Por
tanto, estos no eran ya monjes, sino que fueron conocidos ya como FRAILES. Ya
no vivían en monasterios, sino que sus casas se llamaron CONVENTOS. Estaban y
están enclavados dentro de las ciudades y los pueblos, y se encargan de la
atención directa de la gente a través de parroquias, casas de espiritualidad,
etc. En definitiva, viven entre el pueblo y para atender al pueblo fiel en sus
necesidades tanto espirituales como materiales.
OTRA
VARIANTE: LOS RELIGIOSOS Y LAS RELIGIOSAS
En
los Siglos XIX y XX, ya en plena edad moderna, nos sorprende lo que parece una
nueva primavera para la vida religiosa en la Iglesia, y es el espectacular
florecimiento de muchas congregaciones religiosas, tanto masculinas como
femeninas, aunque más abundantes las femeninas; son congregaciones para la VIDA
ACTIVA. Se vuelcan en la atención de los más necesitados y menesterosos.
Los
fundadores y fundadoras, inspirados por el Espíritu Santo, parece quieren
cubrir todas las necesidades de los más necesitados: orfanatos, hospitales, psiquiátricos,
colegios, escuelas, madres solteras, asilos para ancianos, etc.
Estos
consagrados son denominados simplemente RELIGIOSOS/AS.
No
pertenecen al monacato, no pertenecen a las ordenes mendicantes, sino que
fueron fundados como congregación religiosa DE VOTOS SIMPLES (aunque el pueblo
fiel les llame: frailes y monjas, lo más preciso sería: religiosos y
religiosas).
Ha
sido muy eficaz la labor que han desarrollado estas congregaciones DE VIDA
ACTIVA O DE APOSTOLADO entre la sociedad.
LOS
INSTITUTOS SECULARES
Mucho
más recientes en el tiempo son los institutos seculares. Los hay masculinos y
femeninos. Son personas Consagradas al servicio del apostolado directo entre y
para el pueblo de Dios.
Sus
miembros no son considerados por la iglesia como RELIGIOSOS. Son LAICOS
consagrados. Pueden vivir en comunidad, o bien, en sus propios domicilios con
su familia. Mantienen sus trabajos habituales. La labor que realizan es en sus
lugares de trabajo o allá donde se desenvuelvan de forma habitual.
Más o menos a GRANDES RASGOS
y de forma simple y superficial, para que todos lo podamos comprender, he
intentado haceros un relato de la EVOLUCIÓN de la vida religiosa a partir de
los primeros ERMITAÑOS/AS de los desiertos de Siria, Palestina, Egipto, hasta
nuestros días en que, por desgracia, estas formas de vida parece que están en
franca decadencia.
Quizás
la "modernidad" nos ha hecho olvidar lo esencial de la vida del
Espíritu y la religión.
“Hoy
no tenemos religión porque no tenemos amor.” (García Lorca)
Así, hemos dado un repaso desde los
principios en los SIGLOS II y III con:
·
LOS
ERMITAÑOS DEL DESIERTO
·
LAS
LAURAS (Agrupaciones de ermitaños)
·
EL
MONACATO (Monasterios)
·
LAS
ORDENES RELIGIOSAS MENDICANTES (Frailes)
·
CONGREGACIONES
RELIGIOSAS (Vida activa)
·
INSTITUTOS
SECULARES (Laicos consagrados)
TODOS
siguen estando presentes en la Iglesia, aunque a veces nos pasa desapercibida
su presencia porque, quizás lamentablemente, se han ido despojando de sus señas
externas de identidad. Todos, incluso Monjes, Frailes, etc., incluso monjas y
religiosas, han optado por pasar desapercibidos, privando así al pueblo fiel
del mero testimonio de su presencia por las calles, que a mi humilde e
insignificante modo de ver podría ser muy importante en nuestros días.
Es
cierto que el testimonio se debe dar, desde dentro, con el ejemplo, pero a
veces no lo damos, y tampoco damos el testimonio de la simple presencia, de
imagen, al que hoy la juventud da mucha importancia porque valoran la valentía
de cada persona que tiene la personalidad de mostrarse ante los demás según sus
convicciones, sin importarles lo que los demás puedan pensar ni si les gusta o
no la forma de vestirse o de pintarse o el corte de pelo que pueda llevar. Los
jóvenes de hoy visten con mucha libertad. Sin embargo, los religiosos no han
sabido leer este mensaje por parte de los jóvenes, que es claro.
Volvemos
a retomar el tema de los ermitaños porque de esta evolución que hemos hablado,
la vida eremítica quedó DESCOLGADA, podemos decir: sufrió un grave percance con
la celebración del concilio de TRENTO, en el siglo XVI.
CONCILIO
DE TRENTO (1545 – 1563)
Este
concilio trató el tema de los ermitaños y abrió caminos o posibilidades que
daban pie a la supresión y disolución de la Vida Eremítica Diocesana, que en
sus formas más o menos originales todavía estaba presente en la Iglesia como un
Carisma más de la Vida Consagrada.
También
propició un nuevo estado más restrictivo imponiendo las dobles y espesas rejas
y las clausuras papales para toda la vida religiosa femenina, suprimiendo
también las congregaciones religiosas de votos simples.
Lo
cierto es que, a partir de este concilio, los ermitaños se vieron en la necesidad
de incardinarse en las órdenes religiosas existentes o colgar sus hábitos y
marcharse a sus casas. Algunos obispos no permitían su presencia en sus
diócesis y hubo curas párrocos en los pueblos que les negaban habitualmente la
confesión (existe documentación escrita). Al amparo de estas insinuaciones de
Trento se les cerraron muchas puertas.
Ante
esto hubo de todo, los hubo que ingresaron en los monasterios y conventos y los
hubo que siguieron como ermitaños en sus ermitas como siempre, pero al margen
de la legalidad eclesial. La Iglesia no los reconocía ya como consagrados.
Estos que se quedaron pasaron a la ilegalidad o marginalidad porque fueron
ignorados, aunque de alguna forma en algunos obispados se les toleraba.
Hay
que decir siempre, en honor a la verdad, que bajo la capa del eremitismo
siempre se han refugiado personajes peculiares: iluminados, vividores, gente
que utilizaba la religión como negocio rentable, integristas, fanáticos,
pedigüeños profesionales, etc.
Pero,
como es lógico, también había gente buena y con buenas intenciones, con afanes
honestos de caminar con ansias de superación de sus propias miserias (que todos
tenemos) y de hacer de sus vidas una entrega absoluta al Señor, y que han dado
mucha gloria a Dios y a la Iglesia con santos importantes y populares que
todavía se veneran hoy en muchos pueblos y ciudades de España.
No
obstante, el ermitaño siempre ha sido y es el gran desconocido en la iglesia.
En
algunas ocasiones, posiblemente hayamos oído hablar de esta forma de vida, pero
quizás siempre con alguna reticencia porque eso de "ermitaño" nos
suena a rareza sospechosa... como si la palabra ermitaño siempre fuera
acompañada de un signo de interrogación (?)... y posiblemente puede resultar
bastante lógico, ya que han sido siglos de repudio por parte de la Iglesia, y
eso al final cala.
De
repudio y de infortunio, de penalidades, las que han tenido que sufrir las
personas que, por VOLUNTAD DEL SEÑOR, recibían esta vocación.
Porque,
ciertamente, era una forma de vida ilegal, fuera del derecho Canónico, pero,
sin duda y contradictoriamente, el Señor ha seguido llamando a las personas a
seguir por este camino que quedaba difuminado e imperceptible ante los ojos de la
Iglesia y de los hombres, porque, como he dicho, eran menospreciados e indignos
de toda consideración.
Para
más desgracia, el Código de Derecho Canónico de 1917 les excluyó, les borró.
CONCILIO
VATICANO II
A pesar de estas realidades que hemos
expuesto, y por voluntad de Dios, en este Concilio Vaticano II se trató y se
defendió el RESURGIR o reconocimiento oficial nuevamente de este CARISMA
importante de la Iglesia.
Se eliminó la prohibición o desaparición del
carisma en el Derecho y se volvió a instaurar la VIDA EREMÍTICA con el canon 603
del código con toda la legalidad de un Concilio.
Así se pone claramente de manifiesto que las
leyes de los hombres no mandan sobre el espíritu, y de nuevo se hizo la LUZ para
este Carisma, sin duda como voluntad divina.
¿Demasiado tarde para unos tiempos en que la
vida consagrada está en crisis profunda? Pues no lo sabemos. ¿Quiere el Señor
que recomencemos desde los orígenes? Pues ¡quién sabe cuáles son los planes de
Dios…! Lo que si es cierto es que los y las eremitas fuimos los orígenes, la
génesis de la vida consagrada y aquí estamos 2000 años después; parece muy
significativo.
Personalmente me conformaría con qué, en
esta crisis terrible que estamos viviendo, por cada monasterio que se queda
vacío se pudiera quedar una "alma solitaria" como presencia
eremítica, o un pequeño grupito audaz de personas con auténtica hambre de Dios;
sería menos triste que ver un monasterio convertido en un restaurante de lujo,
o en un hotel.
No me valen hoy las comunidades
numerosísimas mientras que otros monasterios se cierran por ser pocas
vocaciones, no lo comprendo.
El Concilio Vaticano II nos dice que la vida
consagrada, en TODAS SUS FACETAS, es una de las tres grandes vocaciones
eclesiales que configuran la vida cristiana. No pertenece a la estructura de la
iglesia, pero sí a su santidad, y esto significa que está en el corazón mismo
de la Iglesia, como elemento decisivo para su misión, ya que "indica la
naturaleza íntima de la vocación cristiana" y la llamada a la santidad.
Los eremitas o ermitaños, pertenecemos a la
vida consagrada de la Iglesia y siempre le damos gracias y sobre todo por su
Concilio Vaticano II, porque de nuevo nos ha abierto sus brazos para acogernos
a los ermitaños y ermitañas como hijos muy queridos, porque para una buena
madre todos sus hijos e hijas son muy queridos.
Esperemos que sea por muchos años y nosotros
los eremitas diocesanos no le defraudemos nunca.
Después del Concilio Vaticano II, la vida
eremítica está como recomenzando. Las personas que hemos sido llamadas a
caminar por estas sendas (legalmente) no lo tenemos nada fácil. Nos encontramos
problemas en algunos obispados bien porque hay falta de sacerdotes, bien por
desinterés u otras causas. El caso es qué no lo tenemos fácil. No ocurre esto
en todos los obispados, pero sí en muchos de ellos. Los Vicarios Episcopales
para la Vida Consagrada suelen tener que compaginar el cargo con otros cargos y
lógicamente para estos asuntos casi "no tienen tiempo" y apenas
cumplen con lo más indispensable, y aún gracias.
Los ermitaños somos conscientes de esta
realidad, pero el Concilio encomendó esta forma de vida a los obispos, y los
obispos suelen estar muy recargados, es comprensible.
Posiblemente debiera nombrarse un
responsable o protector con autoridad suficiente desde la Conferencia Episcopal
para todas las vocaciones eremíticas que pueda haber en España, sobre todo en
la atención de las posibles vocaciones que pudieran surgir, que si surge alguna
no hay quien las atienda. O al menos, si escribes una carta a algún superior
que se digne contestarte, porque a veces ni siquiera "un acuse de
recibo"... recibes.
Hace falta un coordinador con este cargo. Sería
muy importante.
Somos conscientes por experiencia de esta
realidad, por eso personalmente veo que es importante la COMPAÑIA Y AYUDA de la Iglesia Diocesana,
según nos dice el Derecho Canónico. No se puede, no podemos, ir solos por el
Desierto de esta vocación sin la compañía y la ayuda de la Iglesia Jerárquica.
Somos conscientes de esta realidad y por eso la manifiesto.
Habitualmente los ermitaños vivimos solos,
pero suele llegar el momento en que por vejez o enfermedad... u otros motivos,
ya no se puede vivir solo, por eso la conveniencia de procurar la compañía o
cercanía de otras personas, si las hubiera, con la misma vocación, una
coordinación.
EL
ERMITAÑO UNA FIGURA PRIMITIVA
Sí, ciertamente es una forma de vida anclada
en lo más profundo de la tradición, pero su mensaje, su misión, es esencial aún
hoy: la plegaria, la austeridad de vida, la alabanza continuada a DIOS... SON
LA BASE, LAS RAÍCES de las que nunca podrá prescindir este gran árbol que es la
Iglesia. Tampoco se va a poder prescindir de las COSAS BUENAS DE LA TRADICIÓN
del cristianismo.
Por eso creo que fue un acierto del Concilio
Vaticano II, en este regreso, este recordar los inicios espirituales de la
Iglesia que son los santos Padres del Desierto y el eremitismo.
La oración, el retiro a la soledad, el
ayuno, la alabanza divina, la austeridad de vida...
Si la iglesia se olvida de esto, seguro,
espiritualmente, las cosas nos irán muy mal.
La iglesia será todo menos IGLESIA DE DIOS,
IGLESIA DE CRISTO. La Iglesia no puede prescindir de sus orígenes. El Señor
oraba continuamente. San Juan Bautista oraba en los desiertos, son nuestros
orígenes y no los podemos olvidar.
La soledad del ermitaño, bien entendida, no
la automarginación egoísta, si es querida y aceptada, esta soledad es, puede
ser, una preciosa forma de vida, y más cuando se vive con naturalidad, en
respuesta y obsequio de DIOS, en comunión con la Iglesia y para bien de los
hermanos.
El eremita, en su soledad, no vive su
consagración solo, sin duda está unido espiritualmente a la IGLESIA (con
mayúsculas), a la creación entera, el ser humano es su debilidad y por él a
entregado por completo su existencia.
No se puede vivir solo en una ermita mucho
tiempo sino es por y para Dios.
Daniel
Martí Mocholí
Ermitaño
Diocesano (Valencia)